EL MISTERIO DE MANA ALLI




EL MISTERIO DE MANA ALLI

Era una tarde fría en la comunidad de Quinchuqui, el viento soplaba fuertemente y las ramas de los árboles chocaban entre sí. El ambiente era de miedo, pero a la vez de tristeza y soledad. Allí, en ese lugar se encontraba Inti, un joven alto y delgado. Inti todos los días cargaba en su espalda un bulto de hierba para alimentar a sus animales. Caminaba cerca de una hora y media por un chaquiñán para ir y traer la comida de animales, eso sí, siempre iba acompañado de su infaltable amigo su amado bandolín. Inti sentía que al tocar su instrumento su padre estaba cerca, debido a que él se lo regalo días antes de desaparecer. El padre de Inti dejo proyectos musicales incompletos. Motivado por el legado musical de su padre aprendió a tocar varios instrumentos y así logró completar las canciones inconclusas de RunaKay.  

Inti era hijo único. Se quedó huérfano de padre hace casi tres años debido a que este desapareció sin dejar rastro. Su papá formaba parte de un grupo musical llamado RunaKay, cuyos integrantes eran: Segundo Conejo, Alfonso Tituaña, Néstor Males y su padre Humberto Yambela. Un día, todos los integrantes fueron a una presentación contratados por un hombre que también se ofreció a llevarlos. Este evento se realizaría en el Taita Imbabura; sin embargo, nunca regresaron.  

Diariamente Inti recordaba a su padre y más aún en los días de aniversario de su desaparición. Mientras todos en su comunidad dieron por muertos a RunaKay, él tenía el presentimiento de que no era así.  

Llegando a casa se encontró con la sorpresa de una visita, era Yagcha, un viejo amigo de la familia. Él era considerado un sabio por toda la comunidad.  

Que gusto verlo Yagcha –mencionó Inti con una sonrisa en su rostro. 

El gusto es mío mijo, hace mucho tiempo que no te veía –dijo Yagcha, dándole unas suaves palmadas en la espalda a Inti. 

Hijo mío, gracias por traer la hierba. Siéntate a lado de la tulpa para que te calientes y para servir la comida. Venga Yagcha para que se sirva un platito de comida –dijo la mamá de Inti.  

Los tres se sentaron junto a la tulpa y empezaron a comer. Conversaron varias horas de varios temas y uno de ellos fue del padre de Inti, Don Humberto.   

Mañana se cumple otro año más de la desaparición de mi marido dijo la mamá de Inti, mientras se limpiaba una lágrima que caía en su rostro.  

Mamita no se ponga así. Cuánto quisiera retroceder el tiempo para impedir de alguna forma que mi padre fuera con aquel hombre. 

Inti, ¿Tú viste al hombre con el que fueron al Taita Imbabura? preguntó Yagcha abrumado.  

Inti fue la última persona en ver a todos los integrantes de RunaKay, pues él fue a dejarlos al camino por el que irían, era un chaquiñán poco transitado. Su padre le impidió acompañarlos, pero le dijo que regresaría pronto.  

Sí dijo Inti con cara de sorpresa mi padre me dijo que aquel hombre contrató al grupo con el fin de que la música de RunaKay se escuchara más, dando a conocer todo el trabajo musical del grupo. Me dijo, también, que al lugar donde los llevaría asistirían personas que valoran la cultura otavaleña y, sobre todo, les daría la oportunidad de resaltar las costumbres de nuestro pueblo. 

Yachag miró con asombro a Inti pues no sabía de las promesas de aquel hombre al padre de Inti. Durante toda la noche Yachag estuvo con la mirada perdida. Cuando estuvo a punto de salir, pidió a Inti que lo acompáñase a la puerta. Inti aceptó y lo acompañó.  

Mijo, lo que te voy a decir te va a estremecer, pero aquel hombre que se llevó a tu padre volverá por ti. No lo ha hecho debido a que no cumplías tu mayoría de edad, pero el día de mañana de seguro vendrá por ti. Quiero que me digas una cosa ¿Aquel hombre pidió a tu papá esconder los instrumentos o llevarlos cubiertos? 

Ahora que lo menciona, mi padre y sus amigos llevaron los instrumentos cubiertos, incluso, ese hombre, pidió que la quena la guardaran en el estuche de la guitarra de mi papá. ¿Por qué? 

Ese hombre que llevó a tu padre se lo conoce como Mana Alli, es un ser que quiere acabar con la cultura otavaleña y lo hace desapareciendo a todos quienes deseen fortalecer la cultura. Tu padre, según sé, tenía un propósito. Él quería, a través de la música, fortalecer el idioma kichwa, la vestimenta y costumbres de nuestro pueblo. Durante varios años ha ido llevándose a las personas y jamás los hemos vuelto a ver. Sin embargo, Mana Alli tiene una debilidad, no soporta la música. Cualquier pequeño sonido lo altera es por eso que durante las ceremonias de agradecimiento a la Pachamama y nuestro dios el Sol, él desaparece.  

Es decir que ¿mi padre puede estar con vida? dijo Inti, atónito. 

Puede ser que sí, tú lograste verlo y además tienes las mismas ganas de resaltar a nuestra cultura al igual que tu padre. Necesita acabar por completo con todos los integrantes familiares que les guste la música. El día que se llevó a tu padre no te pudo llevar a ti porque aún eras un niño. El día de mañana tendrás que estar preparado. Lleva tu bandolín, pero escóndelo no dejes que vea que lo traes contigo.  

Toda la noche y madrugada, Inti no pudo conciliar el sueño. Esperaba con ansias que se hiciera tarde para ir por la hierba y encontrarse con aquel hombre. Tenía algo a su favor. Sabía la debilidad de Mana Alli y la aprovecharía para encontrar a su padre. Desde el día que despareció su padre, Inti ensayó varias canciones de él, pero un tema en especial llamado “Quinchuquikuna” era de sus favoritos.  

Al día siguiente, escondió su bandolín en el costal que llevo para la hierba. Salió de su casa y se dirigió al terreno que quedaba a una hora de camino. Sentía que alguien lo perseguía y lo miraba a lo lejos. Recogió la hierba y la puso en su costal, ese día a diferencia de los otros no recogió mucho. El viento que golpeaba su rostro le daba temor, sentía escalofríos por todo el cuerpo. Mientras avanzaba en el camino la sensación de que algo muy maligno lo perseguía se hizo más fuerte. La tarde se convertía en noche, Inti apresuró el paso, pero de repente sintió escalofríos en todo el cuerpo y se detuvo.

En medio de la oscuridad, se detuvo. Gracias a la luz de la luna vio algo parecido a un hombre con una capa negra que sigilosamente se acercaba en dirección a él. Era Mana Alli, un extraño ente de aspecto demoniaco, su cuerpo era deforme y robusto, sus pies y manos tenían garras, pero lo más aterrador era su rostro, sus dientes eran afilados y su mirada penetrante reflejaba toda la maldad de su ser. Mana Alli era el vivo reflejo de una criatura sin alma, el odio había carcomido su ser durante muchos siglos, el mal se había apoderado de él y dañaría a todo aquel que se metiera en su camino.

Inti sabía quién era, pero el temor no le impediría enfrentarse. El joven empezó a acercarse lentamente, pero casi a dos metros de distancia de aquel hombre el costal se le rompió, la hierba y el bandolín cayeron al piso. Al caer el bandolín, este se rompió e hizo sonar sus cuerdas. Al escuchar ese sonido Mana Alli desapareció sin dejar rastro. Inti sabía que había perdido la oportunidad de encontrar a su padre Mana Alli estaba dispuesto a desaparecerlo para siempre.  

Después de aquella aterradora experiencia, Inti salió corriendo de ese lugar, pero antes de ir a su casa decidió ir a ver a Johnny, hijo de don Alfonso Tituaña, integrante de RunaKay. Cuando llegó no contuvo las lágrimas y le dijo que tuvo la oportunidad de encontrar a sus padres, pero la perdió. No le contó a profundidad toda la situación pues no quería poner su vida en riesgo. A Johnny le bastaron solo unas palabras para entender que su amigo necesitaba ayuda. Inti le dijo que su bandolín se rompió, no tenía consigo otro instrumento y solo ese día podría encontrar a sus padres, pero necesitaba de la música.   

Johnny tras la partida de su padre pensó que lo abandonó. No creía que desapareciera, simplemente que don Alfonso solo se fue por voluntad propia. Por ello dejó la música y no volvió a tocar un instrumento desde aquel día.  Sin embargo, él había guardado los instrumentos de su padre en el sótano de su casa. Dejó a Inti un momento y fue a buscar el bandolín de su padre. Al buscar en el sótano los instrumentos vio entre el polvo una guitarra que su padre le dio como regalo para que aprenda a tocar ese instrumento. Por un momento pensó que Inti solo estaba alucinando y se estaba creando falsas esperanzas, pero a la vez quería creer que eso era cierto. Desempolvo el instrumento y se lo llevo a Inti.  

No sé qué está pasando, pero sé que tú le darás mayor uso al instrumento de mi padre dijo Johnny con la voz quebrándose por la tristeza.  

Poco a poco Johnny vio alejarse a Inti y saco la guitarra que su padre le regalo y la tocó. Eso lo abrumó y lo hizo llorar.  

Inti sabía que tenía que esconder el instrumento y evitar que este haga cualquier sonido para que Mana Alli pueda acercarse. Se dirigió al mismo chaquiñán que vio por última vez a su papá y escondió el bandolín del padre de Johnny debajo de su poncho. Caminó alrededor de ese lugar por varios minutos y, de repente, lo volvió a ver, era Mana Alli quien se encontraba frente a sus ojos.  

Inti, después de tanto tiempo vuelvo a verte sabes que te estuve buscando ¿cierto? dijo Mana Alli con voz ronca. 

Sí, tú te llevaste a mi padre y a sus amigos a un evento y jamás regresaron. 

Tu padre no quiso regresar prefirió quedarse en la montaña haciendo música para mí. 

Llévame con él… 

A eso vine, tu padre quiere verte y yo solo cumplo con su petición.

Sígueme… 

Inti sabía que un paso en falso y jamás podría ver a su padre. Siguió a Mana Alli por un largo camino hasta que sin darse cuenta ya se encontraba en las faldas de Taita Imbabura. 

Sígueme hasta aquella cueva y ahí estará tu padre esperándote. 

A la entrada de la cueva, Mana Alli vio desde su hombro a Inti y sonrió. Inti por su parte no mostraba temor alguno y seguía adentrándose poco a poco a la cueva. Entre las sombras vio a cuatro siluetas que a duras penas se reconocían por sus pantalones y alpargatas blancas. De inmediato supo quiénes eran.

Inti estaba listo y empezó a sacar sigilosamente el bandolín de su poncho, pero esta vez Mana Alli estaba alerta y alcanzó a observarlo. Furioso, emitió de su ser un ruido estremecedor, sus ojos se volvieron rojos y su aspecto físico se volvió más demoniaco. Inti se quedó paralizado y antes de que pudiera sacar por completo el instrumento, Mana Alli se lo quitó sin que este provocara ningún sonido.

Por segunda vez Inti perdía contra esta criatura, la desilusión se apoderaba de él ya que sin su bandolín no había manera de someterlo. Pensó que todo había sido en vano y que se quedarían atrapados para siempre. Mana Alli gritaba con furia, ponía sus manos en su cabeza gritando de un lado a otro, la presencia furiosa de este hacía que todo el lugar se moviera como si fuese a derrumbarse.

Don Humberto sabía que Mana Alli había escondido sus instrumentos por lo que corrió hacia ellos y sin que Mana Alli se diera cuenta se los entregó a cada uno. En medio de la furia y distracción de este malvado ser, Inti alcanzó a observar a su padre Don Humberto junto a sus compañeros, Don Alfonso, Don Néstor y Don Segundo quienes rápidamente se acercaron a Inti y le entregaron un bandolín.

Hijo mío, viniste por nosotros- dijo Don Humberto entre lágrimas. 

Si padre tenemos que salir de aquí y la única manera es tocando nuestra música hablando nuestro idioma, nuestras costumbres así Mana Alli se debilitará y podremos huir de aquí.

Inti empezó a tocar Quinchuquikuna como nunca antes lo había hecho. Todos lo empezaron a seguir, tocaron su música y cantaron en kichwa. Parecía un concierto de RunaKay, la diferencia es que con sus melodías debilitaban a ese ser que quería desaparecer a la cultura musical otavaleña.  

Cada uno tocó un instrumento e hicieron una bomba alrededor de Mana Alli, cantaron a todo pulmón canciones como Ishkay MuchaAya Huma, Luz Milita. Don Humberto se llevó la sorpresa de que su hijo había terminado algunas de sus canciones como Rimawanki, Flor de MalvaChuray Paquito Jatunaku. Inti enternecido por la escena musical que estaban dando se dio cuenta que Mana Alli poco a poco fue encogiéndose hasta tal punto de desaparecer sin dejar rastro. Huyeron del lugar y salieron hacia las faldas de Taita Imbabura.  

Estaba a punto de amanecer cuando se miraron unos con otros y entre lágrimas se abrazaron y agradecieron a Inti por haberlos salvado. Don Humberto miró con orgullo a su hijo.  

Te extrañé padre, al fin volvemos a estar juntos. 

Gracias hijo por rescatarnos y, sobre todo por tu entusiasmo por rescatar nuestra cultura, si no hubieses aprendido a tocar nuestra música jamás nos hubiéramos vuelto a ver.  

RunaKay volvió a su hogar. Johnny volvió a ver a su padre y decidió seguir los pasos de él para fortalecer la música del grupo RunaKay. Tras su llegada toda la comunidad de Quinchuqui realizó una fiesta de bienvenida donde la agrupación toco todos sus temas musicales. Después de un tiempo e incluyendo a los hijos de los integrantes se llamaron Generación RunaKay. Juntos trabajaron en la música que hacían siempre rescatando su cultura y música. 

La comunidad de Quinchuqui nunca supo en realidad lo que pasó, pero hoy en día, el Misterio de Mana Alli, se ha convertido en una leyenda.  


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